
El otro día estuve, una vez más, en la última edición de la Feria Internacional del Libro.
Como probablemente lo es para muchas familias en Bogotá, o al menos para la mía, ir a la feria es una tradición que se remonta a mis primeros años de vida en República Dominicana y por esa razón, faltar no era una opción. Ya estando allí, en uno de los muchos pabellones repletos de personas, le pregunté a mi madre sobre el poema que recordaba era su favorito, Nocturno III, de José Asunción Silva.
En ese instante tan personal y único, bajo el recuerdo de esos hermosos versos y las tantas ferias pasadas, pensé en esta fotografía. Pensé que finalmente, después de tantas noches, había encontrado su nombre, su verdadero nombre.
Como probablemente lo es para muchas familias en Bogotá, o al menos para la mía, ir a la feria es una tradición que se remonta a mis primeros años de vida en República Dominicana y por esa razón, faltar no era una opción. Ya estando allí, en uno de los muchos pabellones repletos de personas, le pregunté a mi madre sobre el poema que recordaba era su favorito, Nocturno III, de José Asunción Silva.
En ese instante tan personal y único, bajo el recuerdo de esos hermosos versos y las tantas ferias pasadas, pensé en esta fotografía. Pensé que finalmente, después de tantas noches, había encontrado su nombre, su verdadero nombre.